Hace ya más de un año que Guillermo hace solo una comida al día, en la noche, una cena que tampoco cubre todos sus requerimientos alimenticios, pero algo es algo. Al menos se acuesta con la barriga llena, dice él
7:00 am
Guillermo se levanta temprano para irse al trabajo, como todos los días. Listo para salir a la calle, va hasta la nevera, toma un sorbo de agua y queda listo.
Ya no toma café, porque no consigue. Y tampoco desayuna.
En la calle consigue lo de siempre, gente molesta y comentarios desalentadores. “Qué flaco estás, pana, ¿qué te está pasando?”, le pregunta un amigo del barrio, como si a él no le ocurriera lo mismo. No contesta, asumiendo que la respuesta es obvia.
Hace ya más de un año que Guillermo hace solo una comida al día, en la noche, una cena que tampoco cubre todos sus requerimientos alimenticios, pero algo es algo. Al menos se acuesta con la barriga llena, dice él.
Su preocupación principal son sus hijos. Prefiere no comer para que los más pequeños puedan tomar el desayuno y esperar la cena. Aunque sea un desayuno a pan y agua, que es lo que hay, porque los huevos, la mortadela, están por las nubes. ¿Y la carne, el pollo? Nada de eso.
En su casa, en la cual viven muchas personas, se aseguran que la poca comida sea consumida por los chamos.
Entonces todos están flacos. Hasta se ríen entre ellos por los huesos que ya se les asoman.
Así como Guillermo, su hermana María, su hija mayor Antonia, su otra hermana Francisca, hacen una comida al día. Y una comida rasguñada, peleada, porque a veces llega la noche y no saben qué van a comer. A Antonia le toca inventar un platanito, una berenjena. Un embuste, pues, pero que ayuda.
2:00 pm
La canilla a 400 bolívares sigue ahí, en el sector El Samán de Guarenas, pomposa, como si no hubiera autoridad, un alcalde, un fiscal de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos de Venezuela (Sundde).
Pese a que en reiteradas ocasiones se ha dicho que la canilla cuesta mucho menos que eso, la realidad es que la Sundde está lejos de controlar la venta incontrolable del pan, cuyos fiscales son capaces de sacrificar a una panadería por que afuera la gente hace colas o porque se sale de los cánones de sus providencias, de sus mandatos.
¿Y qué pasa con la canilla a 400 bolívares que venden en la redoma de El Samán, en Guarenas? ¿Dónde la hacen? ¿Con qué harina? ¿Ese pan es elaborado por un consejo comunal, un panadero comunal o una panadería que redondea sus ganancias con la vente de los buhoneros? ¿Y los fiscales de la Sundde? ¿Y el alcalde?
6:00 pm
¿Como va a creer Eduardo en los Claps, los gallineros verticales, los conucos urbanos, y la universidad que iba a funcionar en Miraflores, si a su comunidad la bolsita de comida ha llegado una sola vez desde que está siendo aplicado ese programa de alimentación? Lo peor de todo es que siente que hay mucha gente ganada a la idea de apoyar o tapar lo que considera una sinvergüenzura, con tal de no hacerle daño «al proceso». Incluso, hay unos ya vestidos para celebrar las fiestas que vienen, aunque no haya comida, aunque no haya nada que celebrar. Si la bolsa no llega, ¿llegarán los ingredientes baratos para las hallacas? ¿Llegará el pernil? ¿A cuántas horas de humillación habrá que someterse para comprar un pernil? Eduardo vive en una comunidad pobre, vulnerable. ¿Sabrán en la ONU que en Venezuela hay comunidades vulnerables que no reciben la comida barata prometida por el gobierno? Eduardo se sintió ofendido viendo y escuchando al Presidente hablando de salsa, se supone que bien comido a esa hora, y más ofendido cuando le escuchó decir que había aprobado una «platamentazón» impresionante para la celebración del Suena Caracas, cuando el único sonido que escucha Eduardo por estos dias es el que sale de su estómago y el de sus hijos. Y hay gente que aplaude eso, que todavía marcha, que va a ir a esos conciertos y hasta es capaz de ponerse un bigote postizo como el de «su» presidente, como si hay que premiar el desempeño de aquel por bueno, por excelente, como capaz de hacerle llegar las bolsitas a toda la gente que la necesita.
«Eduardo vive en una comunidad pobre, vulnerable. ¿Sabrán en la ONU que en Venezuela hay comunidades vulnerables que no reciben la comida barata prometida por el gobierno?»
Edwar Sarmiento