Venezuela no debería repetir errores de otros porque causaría inmensa decepción en millones de hombres y mujeres ilusionados con el legado socialista de Hugo Chávez
No me importa que venga la prensa amarillista a sacar de contexto mis palabras, intentando mal ponerme con la revolución que yo tanto amo y defiendo con lealtad; menos me preocupa que intenten hacer ver que me burlo de árboles recién caídos o recién destituidos. La mentira tiene patas cortas.
Digan lo que quieran, yo hablo en nombre propio y no comprometo a nadie más; como siempre sin censura voy a expresarme abiertamente. Esta vez echaré un cuento de la vida real porque me parece educativo.
Para muchos, Robespierre fue un poderoso patán. Entre 1793 y 1794 lideró el denominado «Reino del Terror», usó su alto cargo en el gobierno de Francia de forma despótica, vetando y marginando caprichosamente a muchos revolucionarios del ámbito de la comunicación y la política, sin respetarles el derecho a la defensa ni el debido proceso para probar su inocencia e intachabilidad.
Este burócrata se hizo famoso por amenazar, perseguir, intrigar y condenar a muerte a enemigos y amigos (que lo criticaron) sin juicio previo. Se convirtió en promotor de la pena de muerte y su técnica favorita era la decapitación (cortar cabezas).
Su abuso de poder lo fue aislando del pueblo, su prepotencia desmedida y explosiva soberbia le fue sumando enemigos hasta que su gestión se hundió en la inestabilidad. Todos se daban cuenta de su decadencia menos él, porque llegó a creerse dueño vitalicio del cargo.
La locura egomaniaca de Robespierre generó una crisis política en su entorno, grupos diversos se unieron y lo derrocaron. Fue arrestado y le cortaron la cabeza (el que a hierro mata no puede morir a sombrerazos). Y también se la cortaron a sus más cercanos secuaces.
En resumen, Robespierre, de tanto cortar cabezas, provocó que le cortaran la suya. Su historia ha sido mundialmente difundida como ejemplo del mal uso del poder y el efecto bumerán, o sea, lo malo que haces se te devuelve.
Lección obligatoria para exministros y demás exfuncionarios (que ya saltaron la talanquera o andan en proceso de hacerlo) sin reconocer que, por sus graves errores, falta de ética y enfermiza arrogancia, fueron correctamente removidos de los cargos.
Por muy poderoso elefante que te creas, si no actúas políticamente y te pones a todas las hormigas en contra, las harás enojar y tarde o temprano te comerán (la inteligencia nunca es un enemigo pequeño).
En mi caso, soy uno, entre muchos revolucionarios de a pie (sin miedo a perder nada) que ha enfrentado a un Robespierre infiltrado en la revolución. Nosotros, desde la honestidad y la calle, ellos desde la mentira y el poder atropellante.
Socialismo hipotético o populista ya ha existido tristemente en Francia, España, Portugal, Grecia, entre otros muchos países. Venezuela no debería repetir errores de otros porque causaría inmensa decepción en millones de hombres y mujeres ilusionados con el legado socialista de Hugo Chávez.
Si el chavismo cae, deberemos decir que ni la ciencia revolucionaria, ni los intelectuales progresistas y menos aun los pueblos, somos culpables de que durante décadas (sobre todo después de la Perestroika) muchas vanguardias reformistas hayan manoseado la bandera del socialismo para ganarse el favoritismo de las multitudes y más tarde traicionarlas. Todos esos demagogos, tarde o temprano se quedaron sin pueblo.
La joven revolución bolivariana nos reclama confrontar a oportunistas, mecenas (aduladores) y conservadores que dentro de nuestras filas impiden la unidad popular, la industrialización como modelo económico principal, la abolición del burocratismo. 2017 puede ser el año del reimpulso y reunificación de un chavismo de masas, cuya multiplicación de aliados salve la esperanza socialista.
Óptica marxista- Jesús Silva R.